viernes, 18 de marzo de 2016

Correr

Hace seis meses que corro dos o tres veces por semana.
Primero fueron quince minutos, zapatillas que no eran las correctas,  mallas de minifalda, sujetador con aros, llaves en una mano y móvil en la otra,  dolor de todo y falta de aire, y unos cuantos desastres más.
Al principio me escondía: comenzaba a correr a la vuelta de la esquina y escogía el camino menos transitado por coches o viandantes hasta llegar al canal.

Un día dije: puedo más. Y comencé a correr media hora y me compré zapatillas nuevas y un brazalete para llevar las llaves y el móvil. Llegaba a casa agotada pero podía más, y quería ver el río.
La media hora llevó a los cuarenta minutos y entonces me maravillé con el borde del Garona. Y claro, quise más. Entonces ya empecé a llevar las mallas adecuadas, otras zapatillas de pronadora -así me dijo Pablo que le diera al de la tienda- para evitar el dolor de rodillas, camisetas especiales y sujetadores aplastatetas.
Ahora corro un poquito más de una hora. Ahora salgo a la calle y comienzo el trote,  ya no me escondo, me da igual mi culo y mi edad, saludo a vecinos, subo por la avenida y me cruzo con comerciantes o amigos, llego al canal, que al finalizar enlazo con otro con camino de tierra que me lleva hasta el río, sigo corriendo por el borde y primero llego al puente St Pierre y luego hasta el muelle de la Daurade. Al llegar al río lo fotografío y comienzo el regreso.
Cuando corro vuelo y corro muy lenta. Todos me adelantan. Pero vuelo.
Linda es mi entrenadora, mi coach, ajá. Desde que me entrena la trato de usted o le digo Mister. Me hace el plan de enrenamiento mientras tomamos cervezas los viernes por la noche.  Ella ha corrido cuatro maratones.  Ya no corre, pero me explica. Hace una semana que me estoy entrenando en una manera de correr: la fraccionada. Coniste en alternar rachas de un minuo de correr rápido y otro normal diez veces. El objetivo es al final, en unas semanas, poder correr más rápido. Porque quiero apuntarme a una carrera, a una pequeña, un diez kilómetros. Es eso.
Lo mejor de todo es  el río, al que he comenzado a amar corriéndolo, y que vuelo. Cuando aterrizo  estoy de buen humor y todo está bien.  Y además, a veces ligo en semáforos. Es eso.